Perdón, ¿dónde estamos?, es una de las tantas preguntas que pueden surgir cuando nos situamos en el centro de la La Piazza della Signoria.
En Florencia puedes ser Stendhal y perder la noción de la realidad y del espacio, abrumado por la belleza constante de sus calles, plazas y museos. La ciudad se extiende a los largo del Río Arno y su zona histórica fue declara patrimonio de la humanidad.
"No es raro que el viajero sufra el 'síndrome de Stendhal': una melancolía profunda y depresiva, es el aturdimiento de nuestros ojos posindustriales en el intento de asimilar la ceremonia del arte"
Su punto principal: Il Duomo. La catedral dedicada a Santa María del Fiore y edificada junto a los restos de la antigua catedral del siglo IV, es el resultado del esfuerzo de muchos artistas que trabajaron en ella desde el siglo XIII hasta el XIX.
En la Galería de la Academia se puede admirar un buen conjunto de estatuas de Miguel Ángel, además de pinturas toscanas de los siglos XIII y XIV.
Aunque sin duda la gran estrella, erguida en el fondo de la sala, es la figura del David que Miguel Ángel talló sin saber que se transformaría en un símbolo del renacimiento y una de las esculturas más famosas del mundo. Todos la conocemos a través de fotografías, pero verla tan fría y viva a la vez, produce un estremecimiento inevitable a quien la contempla.
Pero Florencia es mucho más. Durante la madrugada, diversos bares y discotecas ofrecen al viajero su ruidoso y animado contraste con la intensa belleza que propone esta ciudad. Sus fachadas, viejas y misteriosas, seguirán vivas siempre que se palpiten en los ojos desconcertados de los viajeros.
Perdón, ¿dónde estamos? En una de las ciudades más bellas del mundo.
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